Más árboles y áreas verdes podrían detener la soledad y estrés en la sociedad

¿La epidemia del estrés y problemas de salud mental que vivimos en la actualidad es consecuencia de la vida moderna en la ciudad? La respuesta corta según los expertos es “Sí”, pero esto podría traernos más dudas que respuestas, empezando por cómo es que nos afecta tanto y cómo hacer para poder evitarlo o superarlo.

Para poder encontrar el antídoto primero debemos de saber cuál es el veneno al que nos estamos enfrentando. Todos sabemos que la vida en la ciudad es caótica y bastante acelerada, pero si así es la forma en la que siempre hemos vivido y como mejor funciona el sistema de la sociedad, ¿por qué nos afecta tanto?

Y no podemos llegar a una sola conclusión pues hay tantos roles jugando en este juego como personas participando en ella, donde a su vez podemos encontrar diferentes efectos adversos que van desde la fatiga, hasta el esquizofrenia.

Este mal no es tan reciente, de hecho comenzó desde el momento mismo en que la urbanización empezó a expandirse a pasos acelerados. Al sur de Londres en 1965, ya las autoridades estaban preocupadas por los casos en aumento de esquizofrenia, bipolaridad, depresión y otras condiciones mentales de la zona.

Al principio no se sabía cuál podría ser la causa hasta luego de revisar las respuestas a encuestas realizadas por las autoridades, donde encontraron que la esquizofrenia en la ciudad se había duplicado.

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Mientras que se registraban 11 casos por cada 100.000 habitantes en 1965, los resultados en una encuesta más actualizada en 1997 reveló que ahora son 23 personas con este mal mental por cada 100.000 habitantes.

Esto no solo es una cuestión meramente psicológica, también está directamente relacionada con las epidemias de enfermedades físicas que se general a través del estrés, depresión, ansiedad, entre otros, por ejemplo, los trastornos alimenticios, la obesidad, problemas cerebrovasculares, cardiacos y más.

Entre el año 2000 y 2010, en Alemania llamó la atención que los días de incapacidad solicitados por los trabajadores en las empresas se debían a problemas psiquiátricos, y solo son dos de tantísimos ejemplos alrededor del mundo donde hay una sola constante: las grandes urbes.

La urbanización, el espejismo de la comodidad y oportunidad a los que todos quieren pertenecer

Cada día somos más conscientes de que las personas en el poder, independientemente del sector, únicamente buscan beneficiarse con grandes ganancias obtenidas a todo lugar y a cualquier precio, incluyendo la salud de quienes empujan todos los engranes.

Tan solo hay que ver la industria alimentaria, agregando a sus productos materia prima barata de mala calidad nutricional para poder vender más e incluso llegar al sector poblacional menos acaudalado. Es así como vemos cómo cada vez más ciudadanos tienden a la obesidad, desnutrición, diabetes, hipertensión, cáncer y más.

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El sector tecnológico sólo se preocupa por vender más aparatos innovadores aunque eso signifique esclavizar pueblos en sus fábricas, destruir ecosistemas para adquirir los metales con que son fabricados y aunque eso signifique que las nuevas generaciones tengan cada vez más frustraciones por no saberse comunicar o desenvolver en el mundo real.

Y así podemos seguir numerando todas aquellas maravillas que encontramos dentro de las grandes urbes, disfrazadas por la mercadotecnia como “lo que necesitas, te hace ver mejor, te hace sentir mejor y lo que te mereces”, llenando las manos a las personas de productos innecesarios a cambio de su poco dinero.

Como consecuencia, el ser humano ha comenzado a vivir dentro de un bucle donde las nuevas adquisiciones dan una pequeña inyección a nuestro cerebro de dopamina, la hormona del bienestar, que sólo dura hasta que lo nuevo ya no es novedad, empujando a adquirir más y más cosas para tener ese efímero sentimiento de placer.

Los psicólogos advierten que esto nos hace vivir en un espejismo, donde mientras más adquirimos, más carencia sentimos. Y cuando el estrés y la ansiedad tocan la puerta por los problemas cotidianos, no tenemos las herramientas mentales para hacer frente a ellas, cayendo en problemas que se hacen cada vez más grandes hasta llegar a un trastorno o enfermedad mental.

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La dinámica de las grandes ciudades basado en la adquisición monetaria también abre problemáticas como el crimen, la pobreza extrema, la segregación de la población, exigencias más grandes en los centros de trabajo y más, que son bombas de estímulos negativos para nuestro cerebro, aumentando otros sentimientos como el miedo, la incertidumbre, la desesperanza, la inseguridad, etc.

En España el panorama en las grandes ciudades no es nada diferente al resto

A pesar de que los ciudadanos lo están haciendo “bien” de acuerdo a las expectativas socioeconómicas, como terminar los estudios, tener pareja y casarse, formar una familia, tener patrimonio y un trabajo con ingresos estables, aun así en esos hogares resuena la soledad, los reproches, el desequilibrio.

Luego tenemos a quienes se salen del patrón, los juzgados por no permitirse una pareja, una casa propia, un carro decente o un trabajo de oficina, también viviendo la soledad  y le escasez emocional.

Esta es una realidad que también se vive en España, donde se estima que más de la mitad de la población ha experimentado alguna vez o de forma recurrente el sentimiento de soledad y ansiedad.

Esto significa que uno de cada diez españoles se ha visto aislados y excluidos por la sociedad, donde también se incluyen a los ciudadanos “poco funcionales” para las grandes urbes como las personas de la tercera edad, con alguna discapacidad o simplemente los que no encajan dentro de la normativa.

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Las personas más jóvenes que tienen cierta dependencia a las redes sociales también han demostrado estar en este sector solitario que se le dificulta desarrollar habilidades (como la habilidad social-afectiva), que les permita obtener herramientas para sobrellevar estas tendencias.

Plantar más árboles en las ciudades podría combatir las enfermedades mentales en las ciudades

Mientras que grandes empresas tal vez puedan permitirse dar más facilidades para otorgar días libres pagados a sus empleados, hay otros negocios más pequeños y en crecimiento que todavía no se pueden dar ese lujo.

Las personas por su parte, tratan de adaptar nuevas actividades como hacer ejercicio y meditar, pero también apuntan que un cambio más radical al escenario citadino podría dar también grandes resultados.

Así se ha concluido en el estudio realizado por investigadores del área de la psiquiatría, psicología y neurociencia del King’s College London en el Reino Unido, con el título de “Solo en una multitud: investigando la asociación entre el hacinamiento y la soledad utilizando tecnologías de teléfonos inteligentes”, publicado en la revista científica digital, Nature.

En este estudio detalla que se desarrolló una aplicación para móvil especialmente diseñada para estudiar la calidad de vida de voluntarios que viven en soledad en la ciudad, otorgando datos en tiempo real.

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Dicha aplicación enviaba mensajes con preguntas en cualquier momento del día las cuales debían responder de acuerdo a sus propias experiencias y sentimientos. En total, se analizaron  más de 16.000 evaluaciones alrededor del mundo.

Una vez estudiadas todas las respuestas, se concluyó que mientras más poblada esté una ciudad, más probabilidades había que una persona pudiera vivir en soledad, alrededor del 38% de las personas independientemente de su sexo, edad, origen étnico, ocupación y nivel educativo.

Para quienes pertenecían a un grupo social que les brindara una sensación de pertenencia y bienvenida, el sentimiento de soledad disminuía en un 21% incluso aunque se viviera solo.

Por lo tanto, independientemente de la situación de una persona que viva sola y soltera, el contar con conexiones que alimente una buena relación social puede marcar mucho la diferencia en sentirse solos o no, y por lo tanto, desarrollar algún trastorno mental.

Eso no es todo, también el entorno donde se llevaban a cabo esas conexiones sociales podía marcar también la diferencia, por ejemplo, si el lugar había más naturaleza y espacios verdes donde relajarse.

Las probabilidades de sentir soledad disminuían un 30% si las personas, a pesar de estar solos, podían permitirse un momento en un parque con árboles, lagos, ríos, plantas o animales silvestres que pudiera observar o interactuar.

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Por ello, se exhorta a las autoridades de grandes urbes que consideren realizar proyectos de reforestación urbana para reducir los riesgos de enfermedades psicológicas o físicas, que traen consigo síntomas que baja dramáticamente la productividad.

También se espera que las personas sean cada vez más conscientes de cómo un espacio verde es un aliado para evitar y combatir los problemas de ánimo, aconsejando incluso adaptar un área verde dentro del ahogar para brindar esa paz mental que todos necesitamos.

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