Actualmente contamos con políticas ambientales bastante sólidas, acciones que ha tomado el gobierno desde hace ya unas cuantas décadas para velar que los intereses sociales, políticos y económicos no colisionen con la protección del medio ambiente.
Pero conforme nos hemos acercado al inminente desastre climático que día con día estamos ya sumergiéndonos en él, muchos gobiernos del mundo han tenido que tomar decisiones bastante radicales que se han ido formulando desde hace años.
Desde luego, esto significa grandes inyecciones de inversión que ha desequilibrado un poco este balance al tener que disminuir los números a otras obras y acciones públicas con tal de prevenir lo que parece ser inminente.
Ver muchas veces cómo se derrocha el dinero que podría servir para mejorar la educación, escuelas, servicios de salud y otros aspectos del bienestar ciudadano, muchos de esos recursos se vierten en acciones que más vale que tenga buenos resultados.
Si bien cualquier ayuda es buena, el director del ARC (Australian Research Council, Centre of Excellence for Climate Extremes), Andy Pitman, ha hecho hincapié en que la fortaleza de estas acciones del gobierno están cimentadas bajo una base de estudios bastante débil.
Menciona que las autoridades regulatorias, así como los bancos centrales que invierten el capital, están basándose en estudios medioambientales de dudosa calidad o bien, están inclinados hacia escenarios globales y no locales.
La clave es enfocarse en los problemas ambientales locales y combatirlos, en vez de frenar problemáticas globales
Y tiene todo el sentido del mundo que una ciudad, que por ejemplo, posee altos índices de contaminación del agua se dedique a tomar medidas regulatorias a la industria que lo provoca, en vez de solicitar al gobierno nacional insumos para poner generadores eólicos, poniendo poca o nula atención a la problemática local.
Cuando hablamos de cuestiones medioambientales, incluso cuando la acción es local, pueden afectar positivamente a su entorno, en el ejemplo antes mencionado, sabemos que los ríos pueden recorrer otras ciudades, traspasar estados y luego desembocar al mar, lo mismo sucede con otras problemáticas ambientales.
Por ello, Pitman menciona la importancia de tomar dichos estudios y evidencias climáticas globales y plantearlos en una escala que sea geográficamente más relevante, por ejemplo, a escala nacional, estatal o local.
Y esto lo hemos visto cuando se menciona la temperatura global, un dato que si bien nos da una idea de la situación en general, realmente al gobierno y banco nacional no aporta mucha información con la que pueda tomar medidas ajustadas a su contexto.
Es verdad que se han estado realizando inversiones para poder combatir el cambio climático en promedio de acuerdo al pasar de las décadas, pero ¿estas acciones realmente podrán combatir emergencias específicas localizadas? Esto especialmente cuando se trata de extensiones terrestres grandes, como la Unión Europea para tratar un problema en la ciudad de Europa.
Lo mismo ocurre incluso en países bastante grandes como Estados Unidos, donde encontramos toda clase de climas, cada uno con sus respectivos cambios climáticos y aportación al daño ambiental.
“Estamos subestimando enormemente el cambio climático que ocurre en algunas áreas mientras sobreestimamos las de otras áreas”, menciona Pitman. “Debemos tomar este asunto con seriedad y no simplemente limitarnos a recolectar la información general que circula y creer que podemos encapsularla para realizar evaluaciones económicas viables”.
Estamos hablando de inversiones de miles de millones y muchas otras valuadas en billones de dólares, por eso es vital que el asesoramiento científico esté adaptado y sea capaz de interpretar toda esa información climática.
“Es una obviedad, pero realmente no lo están haciendo los reguladores”, menciona en una entrevista para The Guardian, y es a partir de ahí donde se han centrado las investigaciones de Pitman de los modelos que se han utilizado por el Network for Greening the Financial System, encargados también de asesorar a bancos centrales, reguladores y estudios globales.
Tan solo en España, ya se estrenan leyes para el autoconsumo energético, sin embargo, aún falta invertir en el transporte
La Ley de Cambio Climático y Transición Energética ya es una realidad en España, una maratón que tiene como meta alcanzar la neutralidad climática para el 2050.
Si bien las leyes naturalmente se aplican de forma paulatina para evitar problemas de adaptación, se ha apuntado que la nueva legislación parece estar entrando con un desbalance.
Se han hecho avances en cuestión de eficiencia energético en edificaciones, el uso de energía renovable como el impulsar el uso de paneles solares, sin embargo, los índices de contaminación por vehículos cada año está a la alza.
Pese a este dato localizado, las legislaciones aún no han dado cuentas claras sobre cómo impulsar en la brevedad el transporte público o regulación del privado.